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Creo que estamos viviendo en un tiempo bastante interesante. Es un tiempo de crisis. Estamos en un período de la historia que es algo inusual, donde nos encontramos en un tiempo de transición, no solo de un año a otro o incluso en términos de cambio de siglo, sino en cambio de milenio, y por supuesto cualquier momento de la historia donde hay un cambio de milenio, todos los historiadores y los sociólogos, y los que hacen pronósticos hablan de la importancia de ese momento de la historia.
Ahora, los historiadores de hoy han descrito nuestro tiempo como la era poscristiana. Un tiempo en el que la enseñanza del cristianismo es considerada cada vez más irrelevante. Un tiempo en que la iglesia se ve como un museo anticuado, pasado de moda. Y en ciertos lugares de Europa ha quedado reducido al nivel de mausoleo.
Ciertamente, la sepultura para aquellos que han declarado la muerte de Dios, a pesar de que quedan restos en este mundo de un grupo vibrante de creyentes cristianos que todavía viven en este momento, confiando en las promesas que se hicieron hace 2.000 años. Dos mil años es mucho tiempo y hay cierta ironía en esto pues nos encontramos ahora en ese punto donde casi 2.000 años han transcurrido desde el nacimiento de Jesús, pero con motivo del nacimiento de Jesús, recordarás que el ángel, Gabriel, vino a una joven y le anunció que daría a luz un bebé, cuyo nombre sería Emmanuel y esta joven doncella bajo la influencia del Espíritu Santo, hace 2.000 años, elevó un cántico.
Todos conocemos ese cántico, a todos nos encanta. Es llamado El Magnificat en el que María, bajo el poder del Espíritu cantó «Mi alma engrandece al Señor y mi espíritu se regocija en Dios, mi Salvador». Y si examinamos el texto de El Magnificat y llegamos hasta el final del cántico, aquí están las palabras que salieron de María. ella dijo: “Ha ayudado a Israel, su siervo, … tal como dijo a nuestros padres, a Abraham a su descendencia para siempre.”
Poco después de este cántico de alabanza guiado por el Espíritu Santo a través de los labios de María, otro cántico aparece en la Escritura y este cántico lo interpreta el padre de Juan el Bautista, Zacarías, y en medio del cántico, él dijo esto: «Salvación de nuestros enemigos, y de la mano de todos los que nos aborrecen para mostrar misericordia a nuestros padres, y para recordar su santo pacto, el juramento que hizo a nuestro padre Abraham».
Entonces, esta es la ironía: Nos encontramos en los albores de un nuevo milenio. Nos encontramos en ese momento de la historia en que estamos a 2.000 años de distancia de las promesas de Cristo y algunas personas tienen dificultad para creer en ellas porque ha transcurrido tanto tiempo, mucho tiempo.
Pero María y Zacarías, irónicamente, estaban prácticamente en la misma situación porque contemplaban dos milenios, recordaban los pasados 2.000 años y bendecían a Dios al recordar la promesa que había hecho a otra persona 2,000 años antes de que vivieran.
Así que, en un sentido muy real, María y Zacarías representan una situación similar a la que nos enfrentamos hoy, y tanto el uno como el otro bajo la inspiración del Espíritu Santo celebraron que Dios tuvo un recuerdo.
Dios recordó Su promesa. Se acordó de su promesa de tener misericordia y, por supuesto, esa promesa era la promesa que le había hecho hace 2.000 años atrás al patriarca Abraham. Ahora, ya dijimos que el Antiguo Testamento, en cierto sentido, es la autobiografía de Dios, cuyo protagonista principal es Dios el Padre, ya que su carácter se revela en cada palabra que se habla en el texto del Antiguo Testamento, en cada acción registrada, cada relación que es recordada.
Pero desde la perspectiva humana, desde el plano de la historia humana, nosotros podríamos abordarlo de otra manera y podríamos decir: «Bueno, todo el registro del Antiguo Testamento es una historia de los descendientes de Adán y Eva».
Pero, por supuesto, toda la historia es una historia de los descendientes de Adán y Eva, porque ellos son los padres de todas las personas que ya han vivido. Pero, en un sentido más específico, todo el ámbito de la historia del Antiguo Testamento es principalmente la historia de los descendientes de un solo hombre. De hecho, si hoy fuera una telenovela, probablemente se llamaría algo así como ‘La familia de un solo hombre’ .
Y, el hombre cuya historia familiar está registrada en toda la literatura del Antiguo Testamento es Abraham. Ahora, por supuesto, una de las situaciones críticas de nuestro tiempo, donde se manifiesta este espíritu de escepticismo que declara que estamos viviendo en la época poscristiana, manifiesta esa actitud escéptica hacia la confiabilidad histórica del Antiguo Testamento y en especial de los primeros capítulos del Antiguo Testamento.
Y en los pasillos de los eruditos bíblicos y los que se entregan a lo que se llama la Alta Crítica, en los últimos 150 ha habido años un ataque masivo contra el carácter histórico de Abraham. Abraham ha sido considerado como un personaje mitológico, solo una leyenda cuya vida nos da algún tipo de lección parabólica, pero aparte de las lecciones morales que podemos aprender de esa saga, no hay ninguna sustancia histórica real en ella.
Y, por supuesto, en el siglo XIX, estos supuestos se consideraban como deducciones seguras de la investigación académica. Pero algo ha pasado, muchas cosas han sucedido sin duda en el siglo XX que traen un cambio dramático a ese espíritu de escepticismo.
William Foxwell Albright, antes de morir, reprendió severamente a los estudiosos de la Biblia por ignorar la evidencia concreta de la investigación arqueológica, y permitir que la especulación filosófica trajera un espíritu de cinismo y escepticismo al texto del Antiguo Testamento.
Y, en el corazón de todo eso está la historia de Abraham. Permítanme mencionar algunas cosas que han sucedido en el siglo XX que son importantes para nuestra comprensión de la historia del Antiguo Testamento.
En 1929, hubo un descubrimiento en Ras Shamra que demostró, más allá de toda duda, que la escritura había sido ya desarrollada en el segundo milenio antes de Cristo en el Medio Oriente; porque los escépticos del siglo XIX afirmaban que no había ningún escrito en el mundo hasta ese momento, y que el registro de Abraham debió llegar significativamente más tarde porque la escritura no había sido desarrollada en esa parte del mundo.
En 1935, se descubrieron las tablillas Mari que representan un registro histórico de las costumbres y patrones de comportamiento que reflejan y duplican exactamente las costumbres que se registran en el relato de la vida de Abraham.
También en la década de los 30 se realizó otro descubrimiento dramático con las tablillas de Nuzi, las que nos dieron una gran cantidad de información de los tiempos del Antiguo Testamento. Mostrando correspondencia entre costumbres y patrones de comportamiento, documentos legales y ese tipo de cosas.
Y más recientemente, el descubrimiento de Ebla que probó la existencia de ciudades, pueblos, incluso nombres que aparecen en la Biblia; todo lo cual ha demostrado que, al parecer, cada vez que un arqueólogo levanta una pala llena de tierra, se comprueba la autenticidad de otro aspecto de este registro.
Entonces, lo que vamos a decir al iniciar es que cuando consideramos la historia de Abraham, no debemos considerar la historia de Abraham como un ejercicio en mitología, sino como un anuncio que llega a nosotros en las sagradas escrituras y que tiene lugar en la historia real, en espacio real, en tiempo real, donde un Dios real llama a un individuo real de una tierra pagana, le habla, lo consagra y le hace una promesa que cambia todo el curso de la historia.
Echemos un vistazo a ese registro que se encuentra en el capítulo 12 del libro de Génesis. Leemos al principio del capítulo 12 sobre este hecho. “Y el Señor dijo a Abram: Vete de tu tierra, de entre tus parientes y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré. Haré de ti una nación grande, y te bendeciré y engrandeceré tu nombre y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan».
Algunos de ustedes recordarán del Panorama del Antiguo Testamento que fue producido por unos luteranos llamado Serie de la Biblia Betel. Esa introducción particular del Antiguo Testamento usa gráficas interesantes con cada segmento del período que se está estudiando.
Y la forma en que este segmento de la vida de Abraham está subtitulado es por las palabras: «Bendecido para ser bendición».
Me pareció que era un método maravilloso de capturar de forma sucinta y concisa la esencia misma de lo que está pasando aquí en términos de la importancia histórica de este Abraham.
Dios no solo lo bendice como a un individuo para su propio beneficio, sino que Abraham es bendecido para que pudiera ser un instrumento de bendición para manifestarse a multitudes que vendrían después de él.
Él fue bendecido para ser una bendición y ese motivo se desarrolla a través de todo el periodo del Antiguo Testamento e incluso en el período del Nuevo Testamento—que cuando Dios nos bendice, Él lo hace para que podamos llegar a ser bendición para los que nos rodean.
Pero si nos fijamos ahora en los elementos de esta promesa, vemos en primer lugar que se hace un pacto. Un pacto que se anuncia en el capítulo 12 y es ratificado de forma increíble en el capítulo 15 de Génesis, el cual les recomiendo estudiar con cuidado porque en el capítulo 15 de Génesis, Dios responde a las preguntas de Abraham cuando él le dijo: «¿cómo puedo saber que estas promesas que me estás haciendo se harán realidad?
Y Dios, en el contexto de ese capítulo, sella su promesa con un juramento y en ese juramento es como que Dios le dice: «Abraham, si no cumplo con cada palabra que te he hablado, sea cortado por en medio».
Dios respalda Su promesa no por jurar por la tumba de su madre porque él no tiene madre, no por la tierra porque es el propio estrado de sus pies, ni por los cielos porque es su morada, sino que Dios jura por Su propio carácter santo y Su propia naturaleza divina.
De nuevo, ¿cuáles son los términos de esta promesa del pacto que Dios hizo a Abraham y cuáles son las consecuencias para el resto de la historia bíblica y cómo pueden ser relevantes para nosotros y qué fue aquello que llevó a María a cantar el Magnificat y a Zacarías su cántico de alabanza? Bueno, si notas lo que leí, hay tres elementos en esta promesa.
El primero de ellos es la promesa de la tierra. Dios le dice a Abraham: «Abraham, quiero que en tu vejez te levantes de la tierra de tu padre, de todo el entorno familiar que tienes, y quiero que te muevas; y yo te llevaré a una tierra que no sabes dónde está y que no sabrás donde estás yendo hasta que llegues allá; y te voy a dar esa tierra a ti».
Así que la primera promesa tiene que ver con la tierra y hablaremos más de eso en un momento. Y el segundo elemento es, “yo te haré padre de una gran nación” y más tarde se describe de forma más específica cuando Dios le dice a Abraham, «Mira el cielo nocturno y si puedes, trata de contar las estrellas del cielo”.
Si alguna vez ha estado fuera en una noche clara de verano y miras al cielo, a la Vía Láctea en una noche clara,
la Vía Láctea parece como una densa nube en el cielo, pero no es una nube. Parece una nube densa porque está compuesta de millones y millones de estrellas individuales.
Y Dios dijo a Abraham: «Mira el cielo nocturno, cuenta las estrellas» y él empieza 1,2,3,4,5,6,7,8,9,10. Él podría haber permanecido allí desde el día que Dios le pidió que contara las estrellas hasta hoy y seguiría contando, por más que estuviera contando tan rápido como pudiera.
Y luego lo llevó a la orilla del mar y le dijo: «Mira los granos de arena a lo largo de la costa y cuéntalos, cuéntalos si puedes, porque…. así …será…. El…. número ….de …tus….. descendientes».
Ahora, este es un hombre al que Dios le dijo, que Dios le dijo: «Abraham, Yo soy tu gran recompensa», y él dijo: «Bueno, ¿qué recompensa tengo cuando estoy sin hijos y mi heredero es mi siervo, Eliezer de Damasco?
Soy demasiado viejo, mi esposa es demasiado vieja para tener hijos». Pero Dios dijo: «No sólo vas a tener descendientes, sino que van a ser como las estrellas del cielo y como la arena del mar. Vas a ser el padre de una multitud de personas».
Así que el segundo elemento es la promesa de la descendencia. Y el tercer elemento es que a través de Abraham y su descendencia, una bendición vendría sobre las naciones. A través de esta acción, el mundo entero recibirá una magnífica bendición.
Entonces aquí están los tres aspectos de esta promesa del pacto que Dios hizo con Abraham. Ahora, ¿qué sucede realmente si miramos el resto del período y miramos el resto de la historia de estas promesas? ¿Cuánta tierra poseyó Abraham y fue suya?
La única propiedad que vivió para poseer fue Macpela el lugar donde lo sepultaron. Esa fue toda la extensión de su propiedad.Y ¿qué pasó con sus descendientes? Conocemos la historia de cómo Dios prometió bendecirlo, hacerlo el padre de una gran nación, por lo que esperaba tener un hijo, pero ningún hijo llegaba.
Incluso cuando la promesa fue dada a Abraham en su vejez, pasó un año, pasaron dos años, pasaron cinco años más; años y años pasaron, y su esposa seguía siendo estéril. Ellos siguieron una costumbre que, por cierto, se ha demostrado que era parte de un ritual antiguo a través de esas tablillas que mencioné que se descubrieron en el siglo 20.
Su esposa, Sara dio su sierva esclava a Abraham para que ella fuese una madre sustituta y así la promesa de Dios se cumpliría. Entonces, Abraham se unió con Agar y tuvieron un bebé y su nombre fue Ismael. Abraham dijo: «Tengo un hijo» y ahora las promesas de Dios toman lugar y tal vez voy a tener descendencia como las estrellas y como la arena», pero la promesa de Dios no fue a través de Ismael.
Fue a través de Isaac que la promesa de la simiente de Abraham se cumpliría. Abraham trató de que sucediera de forma artificial, pero no es lo que Dios tenía en mente.
Entonces Dios obró sobrenaturalmente e hizo que el vientre de Sara fuera fértil y el verdadero hijo de Abraham y Sara naciera. Su nombre tal como lo conocemos es Isaac, que en hebreo significa «risa» porque cuando Abraham dijo a su esposa que iba a tener un bebé, según la promesa de Dios, ella dijo que era la cosa más graciosa que jamás había oído.
Ella sólo gritó y le dijo: «Si tenemos un bebé, llamémoslo ‘risa'» y entonces nació Isaac. Pero ¿te das cuenta lo que pasó con la promesa de la tierra?
Abraham esperó y esperó y esperó y él fue puesto a prueba. Una y otra vez fue llevado a confiar en la veracidad de esa divina promesa. Y como he dicho, nunca heredó la promesa de la tierra más que la de su tumba. Y ahora, mientras se regocijaba con el nacimiento de Isaac, Dios viene a él y lo pone a prueba en Génesis 22 cuando le dice a Abraham: «Ahora toma a tu hijo, tu único hijo, el hijo que amas, Isaac y ve al monte Moriah y dámelo a mí. Sacrifícalo para mí. Mátalo».
Y la prueba suprema vino a Abraham cuando hizo ese viaje terrible al monte Moriah, que según la tradición se encuentra en el punto exacto que más tarde en la historia sería llamado Monte Calvario donde Dios tomó a Su hijo, Su único hijo, el hijo a quien él amaba, Jesús,
Y realizó el sacrificio y le quitó la vida como el sustituto por nosotros y por Isaac, porque Abraham pasó la prueba e Isaac fue salvado para que pudiera tener un hijo y que el hijo de Isaac pudiera tener un hijo y así, a través de esta descendencia las promesas del pacto se cumplirían y por medio de esta herencia, a través de esta línea como dijo el apóstol Pablo,
a través de la descendencia de Abraham, todas las naciones del mundo tienen ahora los beneficios de la obra de Cristo, el más grande hijo de Abraham. Pero esto no ocurrió sin pruebas, y el punto es que no tuvo lugar inmediatamente.
Esa bendición que fue prometida a Abraham tuvo que tomar 2.000 años antes que se cumpliera, hasta que una señorita escuchó el anuncio de Gabriel y ella dice que, «Él recordó». Recordó la misericordia, se acordó de la promesa que le hizo a Abraham.
Así como el Espíritu anunció a Zacarías que su hijo sería el precursor, el heraldo de la venida del Mesías, bajo el mismo Espíritu Santo, Zacarías dijo: «Se acordó de la promesa» y toda la historia de la redención es el desarrollo de ese evento hace 4.000 años atrás.