La mortificación del pecado
Sabemos que el que ha muerto en Cristo ha sido liberado de su antiguo señor, el pecado (Rom. 6, 7). Sin embargo, luchamos contra la carne, y nuestro nuevo Señor nos llama a matar el pecado que se esconde en lo más profundo de nosotros. El perfeccionismo no es una opción, porque ninguna porción de la Escritura enseña que podemos estar sin pecado antes de nuestra glorificación. El cristianismo carnal tampoco es una opción. Jesús y Sus apóstoles en todas partes asumen que la gracia de Dios no deja a la gente donde la encuentra; más bien, el Espíritu obra en nosotros, y nosotros junto con Él, para mortificar nuestro pecado y santificar nuestras vidas.
Esta serie de artículos tiene como objetivo animar a nuestros lectores a que asuman la responsabilidad de matar esos deseos básicos y pecaminosos del corazón (Colosenses 3:5).