Godescalco
4 diciembre, 2021Juan 3:16 y la capacidad del hombre para elegir a Dios
7 diciembre, 2021¿Cuándo una iglesia deja de ser iglesia?
¿Cuándo una iglesia deja de ser iglesia? Esta pregunta ha recibido varias respuestas a lo largo de la historia, dependiendo de la perspectiva y evaluación de ciertos grupos. No existe una interpretación consensuada sobre lo que constituye una iglesia verdadera. Sin embargo, en la ortodoxia cristiana clásica han surgido ciertos estándares que definen lo que llamamos el cristianismo «católico» o universal. Este cristianismo universal apunta a las verdades esenciales que han sido expresadas históricamente en los credos del primer milenio y son parte de la confesión de prácticamente cada denominación cristiana en la historia. Entonces, hay al menos dos formas en las que un grupo religioso falla en cumplir con los estándares de ser una iglesia.
La primera es cuando caen en un estado de apostasía. La apostasía ocurre cuando una iglesia deja sus amarres históricos, abandona su posición confesional histórica y se degenera a un estado en el cual las verdades cristianas esenciales son negadas descaradamente o la negación de tales verdades es ampliamente tolerada.
Otra prueba de la apostasía es a nivel moral. Una iglesia se convierte en apóstata de facto cuando permite y fomenta pecados graves y atroces. Tales prácticas pueden ser encontradas al día de hoy en ciertos sistemas controvertidos de algunas denominaciones, tales como la denominación mayoritaria dentro del episcopalismo y la denominación mayoritaria dentro del presbiterianismo, las cuales se han alejado de sus amarras confesionales históricas, así como de su posición confesional sobre cuestiones éticas básicas.
La caída de una iglesia en la apostasía debe diferenciarse de aquellos grupos que en realidad nunca alcanzaron el estatus de una iglesia viable. De manera particular, nos referimos a las sectas heréticas. Aquí, una vez más, no encontramos una definición consensuada universal sobre lo que constituye una secta. El término tiene más de un significado o denotación. Por ejemplo, todas las iglesias que practican ritos y rituales tienen en su núcleo un especial interés por su «cultus» o «culto». El «cultus» es el cuerpo organizado de la adoración que se encuentra en cualquier iglesia. Sin embargo, esta dimensión puede ser distorsionada a tal grado que el uso del término culto se aplique en su sentido peyorativo. Por ejemplo, el diccionario puede definir el término «culto» como una religión que es considerada falsa, poco ortodoxa o extremista. Cuando hablamos de cultos en este sentido, lo que viene a la mente son las distorsiones radicales en grupos marginales, como el fenómeno de Jonestown. Allí un grupo de devotos se sometieron a su líder megalómano, Jim Jones, y mostraron su devoción hasta tal grado que voluntariamente se sometieron a la orden de Jones de tomarse su bebida de refrescante mezclada con cianuro. Esto muestra el comportamiento extremista de las sectas.
Vale la pena notar que casi cualquier compendio que trata con la historia de las sectas incluirá a grandes masas religiosas dentro de sus estudios, tales como los mormones y los testigos de Jehová. Sin embargo, el tamaño y la permanencia de estos grupos tienden a darles más credibilidad con el paso del tiempo y a medida que más gente se asocia con sus creencias. Cuando miramos a grupos tales como los mormones y los testigos de Jehová, encontramos elementos de verdad en sus confesiones. Sin embargo, al mismo tiempo, expresan claras negaciones de lo que históricamente podrían ser consideradas verdades esenciales de la fe cristiana. Esto ciertamente incluye su descarada negación de la deidad de Cristo. Los testigos de Jehová y los mormones tienen esta negación en común. Aunque ambos colocan a Jesús en algún tipo de posición exaltada en sus respectivos credos, Él no alcanza el nivel de deidad. Los dos grupos consideran a Cristo una criatura exaltada. Siguiendo la línea de pensamiento del antiguo hereje Arrio, los mormones y testigos de Jehová sostienen que el Nuevo Testamento no enseña la deidad de Cristo; más bien, ellos argumentan que enseña que Él es el primogénito exaltado de toda la creación. Dicen que Él es la primera criatura hecha por Dios, a quien luego se le dio poder superior y autoridad sobre el resto de la creación. Aunque Jesús es exaltado en tal cristología, todavía está muy lejos de la ortodoxia cristiana que confiesa la deidad de Cristo. Los pasajes en el Nuevo Testamento que se refieren a Jesús como siendo «engendrado» y «el primogénito de la creación» se utilizan incorrectamente para justificar esta definición de Cristo como criatura.
En los tres primeros siglos de la historia cristiana, el pasaje bíblico que dominó la reflexión sobre la comprensión de Cristo en la Iglesia fue el prólogo del Evangelio de Juan. Este prólogo afirma que Cristo es el Logos, o la Palabra eterna de Dios. Juan declara en su Evangelio que el Logos estaba «en el principio con Dios» y «era Dios». Este «con Dios» sugiere una distinción entre el Logos y Dios, pero la identificación por el verbo vinculante «era» indica una identidad entre el Logos y Dios. La forma en que los mormones y los testigos de Jehová y otros grupos niegan esta verdad es por la sustitución del artículo determinado en el texto por el artículo indeterminado, lo que hace que el Logos sea «un dios». Con el fin de forzar esta interpretación del texto, es necesario tener una afirmación previa de alguna forma de politeísmo. Tal politeísmo es totalmente ajeno a la teología judeocristiana donde la deidad se entiende en términos monoteístas.
La amenaza de las distorsiones de sectas es algo con lo que la Iglesia tendrá que luchar en cada generación y cada época. También es importante entender que incluso las iglesias legítimas pueden encontrar en su interior prácticas que reflejan el comportamiento de las sectas. Las sectas pueden surgir dentro de las estructuras de ciertas iglesias. En la comunión romana, por ejemplo, vemos en Haití una mezcla de teología católica romana con las prácticas del culto vudú. También en esa misma comunión no hay duda de que grandes grupos de personas veneran a María a un grado que va más allá de los límites defendidos por la propia Iglesia, degenerando su adoración en una mentalidad de secta. Pero tal puede ser el caso entre los luteranos, presbiterianos, o cualquier grupo, cuando la ortodoxia es sacrificada por la devoción a los ídolos.
Publicado originalmente en el Blog de Ligonier Ministries.